Esta edición del Newsletter está dedicada y dirigida a todos aquellos que siguen acá después de aquella última edición en Diciembre de 2021. Un año después, yo, Tami, sigo teniendo una historia para contar.
Lo primero que quiero decirles es que es probable que, en este “relanzamiento”, éste newsletter no tenga estructuras. Si algo aprendí en este descanso es que las mismas pueden servir, pero en lo personal no me hacen feliz… y si algo hice bien en este espacio fue bautizarlo como lo hice, así que en esa línea seguiremos.
Es probable que las ediciones, de acá en adelante, consten de esa “lloradita”. La parte de seguir, claramente va a estar, pero es posible que varíe. ¿Saben por qué? Porque yo no soy la misma que hace un año. Para nada. Porque en todo este año, hubo MUCHAS lloraditas y sus correspondientes “A seguir”.
Cuando creé este espacio, lo hice para compartir con quien quisiera leer mi experiencia con “la más fea que me tocó bailar hasta el momento''. Después de esa edición de Noviembre de 2021 creí que “la más fea”, se había ido, pero resultó ser que no.
En diciembre de ese año todo parecía apuntar a que sí: Me sacaron los corticoides, terminé la quimio vía oral, disfruté de mi familia y lloré por cosas lindas y cosas feas como perder al mejor hombre que conocí en mi vida: Mi abuelo. Pero como yo no quería que sufriera más porque no se lo merecía, desee que con todas mis fuerzas que si se tenía que ir lo haga. Extraño su risa y su voz, pero él está acá conmigo aunque ya no lo pueda abrazar.
Ese año me volví a subir a un avión rumbo al Norte a conocer personas hermosas que el grupo hermoso del “Taller de Juani” me regaló. Viaje con sus condimentos, pero no me voy a arrepentir en la vida.
También le regalé un viaje a mi Ciudad favorita con mi mejor amiga a visitar a otra de mis grandes amigas y aprendí que no es casual la calidad de gente de la que uno elige rodearse. Volví agradecida del amor que me rodeaba. No estaba consciente. Realmente, no lo era y necesitaba pasar por eso aunque hasta ese entonces no lo supiera.
Cuando llegué a mi barrio de nuevo, volví a vivir sola, a hacer ejercicio, a reconocerme en el espejo. Al tiempo me fui de vacaciones con mi mejor amiga y también a mi casa en la costa. Ese lugar que me vio crecer con sus árboles de eucaliptos perfumando el ambiente. Fui con mis papás con el pronóstico extendido anunciando la mejor semana del verano… pero no avisó que nos íbamos a agarrar el maldito COVID que nos aisló todas las vacaciones dentro de casa sin pisar la playa.
Para acompañar el momento, la esquina de casa, en la que estaba el árbol de eucalipto, tenía ahora un edificio que ni siquiera nos dejaba ver el atardecer. Para oler y ver había que ir a la plaza del barrio y al estar aislados tampoco se podía. Mi nariz no se olvida del aroma, es más, la extraña y hasta la necesita.
No sé si voy a volver a entrar algún día. Una parte mía sabe que tiene que despedirse de la casa, del lugar. Sabe que el mundo es más grande que esa casa, pero en todas las paredes de esa casa está mi vida, mi infancia, mi abuelo y un millón de momentos increíbles que jamás me voy a olvidar. Quizás debería aferrarme a eso: que no importa si la casa está o no está, eso no me va a sacar lo que ahí viví.
Me va a tocar decirle chau en algún momento, pero no deja de ser una casa, que es una cosa, y como toda cosa,no importa.
Al menos para mí… .
Todo este año si hubo algo que aprendí es que lo que importa es lo que nos pasa, lo que vivimos, lo que sucede. Los momentos felices y los no tanto. Lo que eso nos deja y nos enseña. Eso nos hace personas, humanas. Eso nos hace ser quien somos y no las cosas. Aunque no juzgo usarlas para darnos un mimo o una cuotita de amor, pero las cosas acá se quedan, vayamos a donde nos vayamos.
Mi lloradita esta vez, de hecho, pasa por todos los abrazos que no pude dar y me hubiese encantado y mucho más pasa por toda esa gente que se alejó y no supo como acompañar. No juzgo, entiendo que no es fácil entender que no es que no quiera ver gente ni dar esos abrazos que YO también necesito, sino que no puedo, porque este GILOMA está más difícil de lo que uno pensaba o esperaba y para colmo volvió el MALDITO COVID. Y yo tengo y QUIERO, priorizar mi salud ante todo porque si esta vez, este tratamiento al que tanto lee temí funciona, yo sería libre del GILOMA que me invade desde 2020 y creo que estamos todos de acuerdo en que eso es lo más importante. Si hay algo que dije el primer dia que esto empezó es que a mi esto no me iba a ganar. Y lo sostengo, y por eso voy.
No voy a juzgar a nadie por como se comporta, pero si puedo decir que aprendí mucho a distinguir gente generosa de gente que no sabe hacer más que verse el ombligo. Y no digo que esté mal, porque no lo está, pero yo también puedo elegir mirarme el mio y priorizarme sin que me importe mucho más otra cosa. De hecho creo que es mi turno y de hecho creo que también me sirve como filtro para saber de quien me quiero seguir rodeando y de quien no.
Son elecciones y todos memos tomar las que nos hagan felices. Porque la vida es una. Porque el día que ya no haya más vida en nuestro cuerpo, no nos vamos a enterar. Así que nada más importa que todos los días, sin importar lo que pase, darnos un momento para sonreír y ser feliz. O al menos intentarlo.
No se cuando vuelva a escribir, ni si esto que estoy escribiendo vaya a tener mucho sentido para ustedes, pero para mi si lo tiene. Esta es mi lloradita, del 30/12/22 y se se viene el a seguir a partir de mañana.
El 2022 me dejó entre varias cosas buenas un millón de cosas para recomendar, pero esta edición va sin links y música de mi parte, me lo guardo para el próximo y los invito a ustedes a hacer esa lista de música, pelis, libros, actividades y cosas que los hicieron felices este año (como a mi, el triunfo de la Scaloneta), se que no soy la escritora mas fiel de newsletters del mundo, pero creo haber hecho lo propio en su momento como para que sean ustedes, los que siguen ahí, leyendo esto, quienes me regalen esa cuotita de cositas que me me puedan llegar a dar la felicidad que necesito para no aflojar.
Los quiero y nos vemos cuando nos veamos.
Tami